**Lesiones Infecciosas e Inflamatorias Renales: Una Visión Integral según Trigo (6ta Edición)**
Las lesiones infecciosas e inflamatorias del riñón constituyen una de las categorías más frecuentes y clínicamente relevantes en la patología veterinaria. Estas entidades pueden originarse por vía hematógena, como en la nefritis supurativa embólica, o por ascenso desde el tracto urinario inferior, como en la pielonefritis, y a menudo se complican con procesos parasitarios o inmunomediados. La comprensión de su patogenia, manifestaciones macroscópicas y microscópicas es fundamental para el diagnóstico diferencial y el manejo adecuado.
La nefritis supurativa embólica ocurre cuando bacterias se alojan en el riñón durante bacteremias o tromboembolismos sépticos. Las bacterias se localizan principalmente en los capilares peritubulares y glomerulares, generando múltiples microabscesos pequeños, aunque en algunos casos pueden formarse abscesos de mayor tamaño. En los potros, la causa más común es *Actinobacillus equuli*, adquirida in utero durante el parto o posteriormente por vía umbilical, lo que puede causar septicemia letal. En aquellos que sobreviven varios días, se observan microabscesos característicos en riñones y otros órganos, asociados frecuentemente a poliartritis. En los cerdos, la causa más frecuente es *Erysipelothrix rhusopathiae*, que además de causar nefritis supurativa embólica, induce una glomerulonefritis embólica caracterizada por hemorragias glomerulares, infartos triangulares y microabscesos en el intersticio renal. Macroscópicamente, estos riñones muestran un puntillaje blanco distribuido en toda la superficie, hallazgo casi patognomónico. En bovinos adultos, la mayoría de los casos son causados por *Arcanobacterium pyogenes*, provenientes de una endocarditis valvular, lo que provoca múltiples abscesos e infartos distribuidos al azar en el parénquima renal. En ovinos y caprinos, los abscesos renales son comunes por *Corynebacterium pseudotuberculosis*. Microscópicamente, los abscesos se caracterizan por una necrosis central rodeada de neutrófilos, detritus celulares y colonias bacterianas, con infiltrado inflamatorio en el intersticio circundante. Estas lesiones son distintas de la pielonefritis, ya que su origen es hematógeno, no ascendente.
La pielonefritis, en cambio, es la forma más común de nefritis en animales domésticos y se define como una infección bacteriana de la pelvis renal que se extiende a los túbulos y al intersticio, clasificándose como nefritis tubulointersticial. Generalmente se origina como una extensión de una infección del tracto urinario bajo (cistitis o uretritis) que asciende por reflujo vesicoureteral. Este reflujo se facilita cuando la presión intravesical aumenta por obstrucción uretral, o cuando la inflamación de la vejiga (cistitis) compromete la función normal de la válvula vesicouretral. Además, las endotoxinas liberadas por bacterias gram negativas inhiben la peristalsis ureteral, favoreciendo aún más el reflujo. La médula renal es particularmente susceptible a estas infecciones debido a su bajo riego sanguíneo, alta osmolaridad intersticial —que inhibe la función de los neutrófilos— y altas concentraciones de amoniaco, que suprimen la actividad del complemento. Las bacterias contaminan los conductos colectores, causan necrosis del epitelio tubular, hemorragia y una intensa respuesta inflamatoria. Los microorganismos más frecuentes incluyen *Escherichia coli*, especialmente cepas uropatógenas que poseen factores de virulencia como la fimbria P y la α-hemolisina. Otros agentes comunes son *Proteus sp.*, *Klebsiella sp.*, *Staphylococcus sp.*, *Streptococcus sp.* y *Pseudomonas aeruginosa*. En bovinos y cerdos, patógenos específicos del tracto urinario bajo como *Corynebacterium renale*, *Arcanobacterium pyogenes* y *Eubacterium* son causas frecuentes de pielonefritis. Macroscópicamente, la pielonefritis se reconoce por la inflamación de la pelvis renal, que aparece engrosada, roja, rugosa y cubierta por material granular. La pelvis y los uréteres están marcadamente dilatados y contienen abundante exudado purulento. La cresta medular (papila) suele estar ulcerada y necrótica, y los riñones exhiben rayas irregulares, orientadas radialmente, de color rojo o gris, que involucran la médula y se extienden hacia la superficie. En casos severos, la inflamación puede extenderse a través de la cápsula renal, causando peritonitis subcapsular. Microscópicamente, en la fase aguda, se observa necrosis focal o difusa del epitelio transicional, con desprendimiento de células, detritus, fibrina, neutrófilos y colonias bacterianas adheridas. Los túbulos renales están notablemente dilatados y contienen neutrófilos y bacterias, con infiltrado inflamatorio, edema y hemorragia en el intersticio. Si se produce obstrucción de las *vasa recta*, se desarrolla necrosis papilar, una necrosis coagulativa de la médula. En las formas subagudas, el infiltrado neutrófilo disminuye y predominan linfocitos, células plasmáticas y macrófagos. En la pielonefritis crónica, predomina la fibrosis intersticial grave, la atrofia tubular y la presencia de quistes adquiridos. Esta fibrosis es el resultado final de la reparación inadecuada tras el daño tubular irreparable, y es la consecuencia común de muchas enfermedades renales crónicas. La fibrosis renal, o cicatriz renal, se caracteriza por el reemplazo del parénquima renal por tejido conectivo fibroso, incluyendo túbulos, glomérulos e intersticio. Se observa en riñones pálidos, de consistencia firme, con superficie irregular, granular o con depresiones profundas. Microscópicamente, se evidencia un aumento masivo de tejido fibroso en el intersticio, con ausencia de túbulos renales normales; los túbulos restantes están atróficos o ectásicos, revestidos por epitelio plano o cúbico bajo, con membranas basales hialinizadas y engrosadas. A menudo se encuentran múltiples quistes adquiridos derivados de la dilatación de la cápsula de Bowman, y en áreas de fibrosis severa, es común la glomeruloesclerosis, la calcificación de membranas basales, vasos sanguíneos y cápsulas de Bowman, así como la degeneración del epitelio tubular, relacionada con la insuficiencia renal crónica y el desequilibrio calcio-fósforo. La fibrosis renal es el punto final común de la mayoría de las enfermedades renales crónicas, incluyendo nefritis intersticial, glomerulonefritis, infarto y pielonefritis crónica, y se manifiesta clínicamente como poliuria, isostenuria, polidipsia, anemia hipoplásica por falla en la síntesis de eritropoyetina, y osteodistrofia fibrosa por hiperparatiroidismo secundario.
Además de las infecciones bacterianas, las enfermedades parasitarias son importantes causas de nefritis intersticial. La lesión parasitaria más común en los riñones es la cicatriz focal como respuesta a la migración larvaria de *Toxocara canis* en perros y *Toxocara cati* o *Neoascaris vitulorum* en becerros. Estas lesiones se caracterizan por pequeños granulomas de 2 a 3 mm en la corteza renal que rodean a una larva, cuya identificación a veces es difícil. La respuesta celular está compuesta por células epiteloides, linfocitos y eosinófilos, formando un nódulo granulomatoso como reacción a un cuerpo extraño. En cerdos adultos, *Stephanurus dentatus* es un parásito ampliamente distribuido en zonas tropicales y subtropicales, cuya prevalencia aumenta en cerdos de pastoreo. Los parásitos adultos se enquistan habitualmente en la grasa perirrenal, pero también pueden localizarse en el parénquima renal, formando quistes peripélvicos que se comunican con la pelvis o los uréteres para permitir la expulsión de huevecillos. La lesión se caracteriza por proliferación de tejido de granulación crónica y fibrosis en el sitio del parásito. *Dioctophyma renale*, el parásito gigante de los riñones del perro, se encuentra en países con clima frío y es endémico en Canadá y el norte de EE.UU. Se ha reportado en perros, gatos, minks y otros mamíferos que se alimentan de pescado. El parásito adulto puede medir hasta un metro de largo y vive en la pelvis renal, donde provoca hemorragias intensas, pielitis purulenta y obstrucción uretral. La destrucción del parénquima renal hace que los riñones se transformen en quistes llenos de exudado purulento que contienen al parásito vivo. *Capillaria plica* se encuentra en la pelvis renal, uréter y vejiga de perros, zorras y pequeños carnívoros. Aunque está ampliamente distribuida, no es común; produce inflamación submucosa moderada con hematuria y disuria. Otras especies similares incluyen *C. felicati* en gatos y *C. micronata* en minks. *Klosiella equi* es un parásito esporozoario de los equinos, poco común e inocuo. Su ciclo de vida no se conoce completamente, pero la esporogonia ocurre en el epitelio de las asas de Henle, y los esporozoítos pasan a la orina. Las infecciones intensas producen ruptura tubular y nefritis intersticial con linfocitos y células plasmáticas.
En cuanto a otras lesiones inflamatorias del tracto urinario, la cistitis es la infección más frecuente del tracto urinario bajo y suele ser el punto de partida de la pielonefritis. Es más común en hembras debido a la uretra corta. Los agentes más frecuentes son *E. coli* en todas las especies, *Corynebacterium renale* en bovinos, *Actinobacillus suis* en cerdos, *Enterococcus faecalis* en gatos, y *Klebsiella sp.* en caballos. La cistitis puede ser aguda —en sus formas hemorrágica, fibrinosa, purulenta, necrótica o ulcerativa— o crónica, manifestándose como cistitis difusa (engrosamiento mucoso y infiltrado linfocítico), folicular (nódulos linfoides en la submucosa) o polipoide (masas nodulares en la porción craneoventral de la vejiga). La cistitis micótica, causada por *Candida albicans* o *Aspergillus sp.*, ocurre en animales inmunosuprimidos o tras cistitis bacteriana previa. La cistitis enfisematosa, rara pero grave, se caracteriza por la presencia de gas en la pared y lumen vesical, causada por bacilos aerobios gram negativos productores de gas, y se asocia con diabetes mellitus, obstrucción urinaria, vejiga neurogénica o inmunosupresión. La uretritis y la ureteritis son raras en ausencia de cistitis, ya que el flujo normal de orina evita la colonización bacteriana. Cuando ocurren, son consecuencia de cateterización, vaginoscopía, vaginitis, incontinencia urinaria o uso prolongado de antibióticos. En bovinos, la hematuria enzoótica es una enfermedad importante asociada al consumo reiterado de helecho macho (*Pteridium aquilinum*). Se presenta con alteraciones hematológicas, hematuria, proteinuria y lesiones en la vejiga, incluyendo hemorragias en la mucosa y neoplasias epiteliales y vasculares. Se ha propuesto una asociación entre este helecho y el papilomavirus bovino en la génesis de carcinomas de células transicionales, hemangiomas y hemangiosarcomas. Finalmente, la vejiga neurogénica es una consecuencia de lesiones del sistema nervioso central o periférico (trauma, neoplasia, dislocación vertebral), que impiden el vaciamiento completo de la vejiga, causando dilatación (vejiga atónica) y riesgo de ruptura.
En resumen, las lesiones infecciosas e inflamatorias renales abarcan un espectro amplio, desde infecciones bacterianas ascendentes (pielonefritis) y hematógenas (nefritis supurativa embólica), hasta infecciones parasitarias y cistitis, cada una con patrones diagnósticos específicos. La fibrosis renal, como consecuencia final de la reparación inadecuada, es el denominador común de la enfermedad renal crónica. Reconocer estos patrones es esencial para establecer un diagnóstico preciso, determinar el pronóstico y diseñar un manejo terapéutico adecuado.
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**Referencias**
Trigo, J. (6ta Edición). *Patología Sistémica Veterinaria*. Capítulos 4: Sistema Urinario.
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